7 de diciembre de 2017
-Mi hermano
se suicidó-. Por 10 segundos ni yo mi amigo Vladimir Burgos, dijimos ninguna
palabra tras haberme enterado de que su hermano mayor, Cristián, se había
quitado la vida días antes de Halloween. Era 31 de octubre y hace una semana
que no hablaba con el Vladimir. Supuse que era una buena idea que nos
juntáramos con tres amigos más para hacer algo por dicha festividad. Como me
sabía su número de teléfono de memoria preferí llamarlo a las 3 y media de la
tarde para hablar sobre todos los detalles de lo que probablemente, que sería
beber alcohol y jugar con el ya clásico Play Station 2 que tenía en su casa. A través de llamadas a
su teléfono de red fija y muy pocas veces a
su número de celular me contactaba con él porque yo no usaba redes sociales, ni
Facebook, Twitter, ni siquiera Whatsapp.
Pero el
tono de su voz era mucho más apagado que de costumbre. Yo le pregunté de
inmediato que le pasaba, porque era evidente por como hablaba que él estaba
afectado por alguna situación. Sin tapujos, él me contó que el 26 de octubre de
2015, su hermano mayor se había quitado la vida. Al enterarme de tan lamentable
acontecimiento, casi se me cae el teléfono inalámbrico de las manos. Estaba
impactado, sobre todo por la forma en la que lo supe.
No sabía de
qué manera abordar la conversación. –Discúlpame Vladi, mis condolencias, no lo puedo creer-, fue lo primero que
salió de mi boca temblorosa y llena de nerviosismo por la trágica noticia de la
que me enteré. La verdad es que buscaba una manera rápida de terminar la
conversación, para no ahondar más en su reciente herida y también para evitar
algún comentario desatinado que pudiera venir de mi parte.
Cristián
Burgos era flaco, de una tez muy blanca, medía 1 metro y 73 centímetros al
igual que su hermano Vladimir. Usaba el pelo muy largo siempre cual metalero,
-le pasaba los hombros- y su rostro siempre estaba bien afeitado y limpio.
En lo
social, era bastante apartado, pero con los suyos era muy cariñoso. Además, él
fue muy reservado, al igual que sus hermanos, en lo que respecta a sus
sentimientos y dificultades. A él no le gustaba contar sus problemas ya que, si
tenía uno, por ejemplo, una nota roja en el colegio, se quedaba callado. Lo
hacía todo solo, lo que al final terminó aislándolo.
A Vladimir
siempre le costó ser cariñoso –de piel- con Cristián, pero aun así él sabe que
lo quería mucho ya que amaba a sus cercanos. Él se sentía mucho por los problemas
del día a día. Sus padres, Ricardo Burgos y Cristina del Carmen Fuentes, creían
que podría haberse generado en él una especie de espectro autista. -El veía el
mundo de otra manera, hasta que la sociedad lo alcanzó, ya que si no te adaptas,
te alejan o te vas a sentir alejado-, me contó su hermano menor.
Lamentablemente
Cristián contó con muy pocos buenos amigos en su vida. Casi siempre estaba
solo. Vladimir se dio cuenta de que cada día que pasaba él se alejaba más de su
familia, de hecho, el cree que se inmiscuyó en una inmensa oscuridad. Era casi
la única persona con la que hablaba, además de su madrina, que los quiere mucho
y lo quería mucho a él.
Lo que más
le gustaba era su perro – en la familia tenían un setter irlandés de color rojo
cobrizo-. Era un perro grande y precioso, cariñoso con él y sus parientes.
Cristián amaba al Woody –el nombre del can-, hasta que en septiembre del año
2015, el animal se enfermó muy mal ya que según había dicho el veterinario,
estaba muy viejo y que solo iba a sufrir por lo que le quedaba de vida.
Entonces su familia decidió otorgarle la eutanasia. Cristián quedó muy
deprimido por el fallecimiento de este gran amigo.
Por esos
mismos días, miembros del DUOC UC acompañados de carabineros fueron a su casa a
presentar una carta judicial en la que señalaban que Cristián debía pagar el
Crédito con Aval del Estado, o comenzar a pagarlo, porque si no en diciembre
iban a embargar la casa. Los sacarían a todos afuera, reducirían todas las
especies que estuvieran dentro y rematar la vivienda para recuperar el dinero
de la deuda. Cómo a Cristián no le gustaba hablar sobre sus problemas, nunca se
había sabido antes de esto. Obviamente lo hubieran ayudado.
El sábado
24 de octubre le llegó esa carta en la que se informaba de la deuda. Ricardo y
Cristina habían salido de la casa y Vladimir practicaba con el conjunto musical
del Liceo A-52 José Toribio Medina, del cual formaba parte hace más de un año.
El domingo 25 estuvo muy raro todo el día. El lunes 26, Vladimir fue a la
universidad, pero él tenía una sensación de que esa día debió quedarse en su
casa, porque se venía el cumpleaños de Cristián, que caía el 30 de octubre.
“Creo que no debí haber salido, porque como había visto a mi hermano raro,
deprimido”, eso porque creía que le había llegado el viejazo, ya que pasó mucho
tiempo sin salir a trabajar tras haber dejado los estudios.
-Me debí
haber quedado en la casa a jugar Play,
almorzar con el –recuerda mi amigo Vladimir, todavía con un amplia sensación de
culpabilidad por no haber acompañado ese día a Cristián. El decidió quedarse
todo el día en el Inacap de Renca, lugar donde estudia desde ese mismo año. Se
quedó solo para escuchar una nota que le debían de un ramo de su carrera. -Pensaba
que, de todas maneras, mi hermano estaría ahí, esperándome-.
Tras saber
de su nota, Vladimir va de regreso a su casa en la micro. «Venía en la altura
de Grecia con Juan Moya, cuando me suena el celular y yo contesto. Mi papá
responde, desesperado, nunca lo había escuchado hablar así. El me gritaba “¡Tu
hermano, tu hermano! Vente para la casa ahora”». Mi amigo se puso muy nervioso
y tenía que llegar pronto a su vivienda. Para mala suerte de él, el bus andaba
muy lento, lo cual aumentó su desesperación e hizo que el bajara cerca del
Metro Grecia y desde entonces empezó a correr hasta su casa, que quedaba ubicada
en Avenida Los Orientales, en la comuna de Peñalolén.
“Cuando
llegó, veo que hay hartos autos afuera, pero no me importaron. Corrí a mi casa,
dejé mi mochila tirada en el camino. Fui a su pieza y veo a mi papá haciéndole
reanimación a mi hermano que está en el piso, sin reacción alguna”. Su madre
tocó una de las manos de Cristián, mientras lloraba. También se encontraban
compañeras de trabajo de Ricardo ayudándolo. “Yo estaba destrozado. Pensé en
que debía llegar la ambulancia, así que fui a abrir el portón, pero no
encontraba la llave, así que pesqué el portón, lo levanté y lo saqué”.
Mucho rato
después llegó la ambulancia y los paramédicos. Entraron a ver el cuerpo de
Cristián, sin señales de vida y se dan cuenta de que no hay forma de salvarlo. Había
muerto hace mucho tiempo. Lamentablemente, era muy tarde.
Vladimir se
quebró desde ese momento, ya no podía hacer nada lamentablemente. “Siempre me
voy a sentir muy mal. Ese día no hicimos nada en la universidad, nada
productivo y pude haberme quedado en la casa. Pillarlo mientras se preparaba
para suicidarse para tratar de detenerlo y hacer que entrara en sentido de que
esa no era ni la respuesta ni la solución. Nosotros lo podíamos ayudar”. La
pena más grande de mi amigo era que no pudo despedirse de su hermano.
-Este peso
de su muerte cae mucho en contra de mí porque a él lo obligaron a estudiar y yo
nunca lo defendí –lamentándose todavía más Vladimir. Él se culpó mucho del
suicidio de Cristián ya que, según sus propias palabras, vio todo lo que pasaba
con Cristián y no hizo nada para ayudarlo. Es un dolor muy grande.
Para su
familia, Cristián fue un muy buen hermano y una muy buena persona. Siempre se
mantuvo en la línea del juego justo, según las palabras de su hermano menor.
Incluso, cuando jugaba fútbol, se ganó un premio por el fair play, ya que siempre optó por lo que era correcto.